Acerca del “filtro” editorial…

Iba a escribir ésto como un comentario a un comentario a algo que el amigo Jorge Gómez escribio en su bitácora. Se me hizo demasiado largo para comentario… Aquí va como nota y con un “trackback” al artículo de Jorge:

Lulu no es la única empresa que ofrece ese servicio ni es la primera, más aun, hace años que existen como alternativa a las editoriales “tradicionales” debido al auge de la comunicación por el Internet. Hace por lo menos tres años que estoy en la lista de correo de Lulu. Pensé que el concepto era más conocido dentro de otros mercados que no fuera el norteamericano. Lo que se conoce como “Print-on-demand” es algo que está aquí para quedarse y hay muchos autores recientes que se hicieron famosos al publicar por ese medio y que previamente fueron rechazados por cuanta editorial “tradicional” había en el mercado. Después que la pegaron en el mercado, todas esas editoriales que los habían rechazado han competido como salvajes para publicarles lo “próximo” que tuvieran (multiplicando exponencialmente sus ya abultados ingresos, claro). Irónico, ¿no?… Casos como éste tipo o como éste otro. Y sí, es posible que esos dos ejemplos caigan dentro del 0.01% que menciona Alber, pero el hecho es que se les rieron en la cara cuando trataron de publicar sus cosas por las vías tradicionales. Me dirán que no tienen valor “literario”… Con mucha más razón; muestra la miopía de muchos editores para ver algo realmente bueno como negocio cuando lo tienen frente a la cara. Usando la misma premisa, si se han perdido tamaños monstruos populares y redituables, ¿cuántas cosas realmente “buenas”, como literatura, se habrán perdido? (¿qué me dicen de Mark Twain?)
Por mi parte, no creo en un mundo literario en el que se usa por muchos, demasiados, la metáfora de la aristrocracia para definirle como una comunidad cerrada. Como si para pertenecer a el haya que tener un cierto tipo de sangre. Se me hace demasiado clasista. Como en otros órdenes de la vida, hay dos tipos de literatura: la buena y la mala. Y los dos tipos están en circulación, puestas allí, en su inmensa mayoría, por las editoriales conocidas; como así también existen los dos tipos sin publicar, a causa del mismo filtro de las editoriales. Con todo el respeto que le tengo a los editores, y considero a Jorge como un amigo (Jorge, espero que lo sepas…), las editoriales comerciales–a diferencia de las universitarias, por ejemplo–están, primero que nada, para hacer negocio y multiplicar sus ingresos. Lo cual deja en manos del criterio muy personal e interesado del editor y/o empresa, la publicación de lo que sea. Así como la embocan con un éxito de taquilla asombroso con algunas obras, también le erran por kilometros a la gran mayoría. Más aun, “popularidad” no es garantía de buena literatura–estoy seguro que están de acuerdo conmigo–pero es justamente a eso a lo que apuntan las editoriales comerciales.
En mi muy humilde opinión (y es humilde, créanme) no se puede ver, reconocer, o aceptar a los “editores” como los sacerdotes y obispos de una iglesia a la que hay que golpear a la puerta un sinnúmero de veces para siquiera ser oído y que te abran una rendijita. Muchos editores están totalmente convencidos que son, primero que nada, críticos literarios (y encima objetivos…), cuando lo que en realidad vuelcan en los hechos son la simple combinación de sus gustos personales con el potencial comercial de cualquier manuscrito–algo que comprendo muy bien, después de todo soy una persona de negocios–; pero de allí a ver a los editores, y a sus respectivas editoriales, como castas aparte y metas inalcanzables para la plebe literaria, eso nunca. De ese tipo de frustración general en el ambiente literario, que para mi comprende toda aquella persona que pone en “tinta y papel” sus pensamientos de una forma coherente y comprensible, nacen empresas como Lulu que le dan la oportunidad a aquellas personas que tienen una voluntad real de publicar algo y se han estrellado varias veces contra los muros tradicionales. ¡Bienvenidas sean!
Y antes que me digan que soy un autor frustrado, lamento informarles que todavía no he tratado de escribir o publicar nada, ni por la vía tradicional, ni por la otra. Soy, simplemente, opinionado…

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