2666, Siete

Se dice que hay una línea muy tenue entre la realidad y la ficción y que los buenos escritores son capaces de caminar por esa línea, como haciendo equilibrio en la cuerda floja, y que no se caen ni se desvían. Ellos ven la línea y quizás lo que vean sea un camino claro del cual no se tienen que cuidar mucho. Sin embargo, para el resto de los mortales, el distinguir por donde ha transitado el escritor no es tan sencillo y muchas veces deja al lector pensando cuan autobiográfico o cercano al escritor es lo que éste escribe. Diría que toda buena ficción, para ser un suceso, tiene que tener unos cimientos muy profundos en la realidad cotidiana y compartida. En el siguiente pasaje, Bolaño nos hace una observación que creo que  es bastante oportuna y acertada en cuanto a un resultado oculto de la pobreza: La irritabilidad. En el pasaje, Fate, uno de los personajes principales de la novela, entrevista al “último comunista de Brooklyn”, una persona de color de unos ochenta años y con mucha lectura adquirida durante sus años de cárcel. El pasaje puede resultar sencillo pero creo que merece la pena el compartirlo:

Durante las tres charlas que mantuvieron, Fate le hizo muchas preguntas, algunas destinadas a removerle la conciencia al viejo. Le preguntó por Stalin y Antonio Jones le respondió que Stalin era un hijo de puta. Le preguntó por Lenin y Antonio Jones le respondió que Lenin era un hijo de puta. Le preguntó por Marx y Antonio Jones le respondió que por ahí, precisamente, tenía que haber empezado: Marx era un tipo magnífico. A partir de ese momento Antonio Jones se puso a hablar de Marx en los mejores términos. Sólo había una cosa de Marx que no le gustaba: su irritabilidad. Eso lo achacaba a la pobreza, puesto que para Jones la pobreza generaba no sólo enfermedades y rencores sino también irritabilidad.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.