2666, Uno

Hace relativamente poco empecé a leer lo que muchos consideran la obra más importante de Roberto Bolaño, la novela titulada, simplemente, 2666. De edición póstumaBolañp falleció poco antes de su publicación– su novela, con poco más de mil cien páginas, es de tamaño bíblico. Eso si, sin lugar a dudas, es algo para disfrutar. Hay algunos que no la pueden dejar en la mesita de noche y se la devoran en un par de días; en mi caso, la leo de a poco, en la caminadora del gimnasio… Me da tiempo para pensarla.

Hace poco tiempo, Jorge Gómez Jiménez nos brindó un comentario que llamó “2666 en 6 prácticas lecciones” y que fue lo que me dio el empujón final para mandar a buscar el libro desde España. No voy a comentar mucho el libro. Otros lo han hecho y algunos con autoridad. Lo que voy a hace es compartir algunos pasajes que encuentro interesantes. Aquí va uno:

Por lo demás –dijo Johns–, no se trata de creer o no creer en las casualidades. El mundo entero es una casualidad. Tuve un amigo que me decía que me equivocaba al pensar de esta manera. Mi amigo decía que para alguien que viaja en un tren el mundo no es una casualidad, aunque el tren esté atravesando territorios desconocidos para el viajero, territorios que el viajero no volverá a ver nunca más en su vida. Tampoco es una casualidad para el que se levanta a las seis de la mañana muerto de sueño para ir al trabajo. Para el que no tiene más remedio que levantarse y añadir más dolor al dolor que ya tiene acumulado. El dolor se acumula, decía mi amigo, eso es un hecho, y cuanto mayor es el dolor menor es la casualidad.

Pasaje que me resulta muy llamativo. Soy estudioso de las casualidades, especialmente aquellas que en la esfera Jungiana se conocen como “sincronicidades.”

Muchos otros pasajes que compartir…

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