Inyectando emociones

Después de más de dieciséis años de navegar el Internet, habiendo empezado mucho antes de que se pusiera de moda como tal, todavía me sorprende lo fácil que es meterse en problemas con lo que se escribe.
Parecería que hubo una especie de vacío entre aquellas generaciones que compartían largas relaciones epistolares; en que todo se decía por carta; en que el amor se regaba con tinta; en que el desengaño se hacía claro en pocas palabras; en fin, entre ese tiempo y ésta generación cibernética. Algo pasó que la habilidad de expresarse -o quizás la habilidad de interpretar lo escrito- deterioró. Se le puede echar la culpa de la situación a muchas constantes del presente: primero el teléfono, que cortó distancias, antes zancadas con epístolas, y brindó emociones inmediatas el oído; luego, la televisión trajo alivio al ocio que antes se saciaba con lectura; y , las generaciones más recientes, tienen a los juegos de video que proveen una interacción con algo, realmente “irreal”, que les brinda una retroalimentación muy parecida a lo que muchas veces se niegan -o les está negada- a recibir de otros seres humanos.

Que hay un cambio de mente en proceso es algo innegable. Lo triste del caso es que también hay una gran porción de gente que trata de comunicar emociones inmediatas, y opiniones, a la antigua: escribiendo de la mejor forma posible al alcance de cada cual. Me cuento entre esa gente. Me gusta escribir; más aun, me gusta mucho opinar escribiendo. El problema es que el medio que usamos, en el cual lo único que hay que hacer es sentarse frente a una pantalla y extender los dedos para tocar a alguien al otro lado del mundo, muchas veces completos desconocidos, en tiempo real, se presta a malentendidos. Los demás ven la cara de lo escrito pero no el corazón del escritor.

Temprano en la friega de la comunicación de texto electrónico -me refiero a aquellas no comerciales sino educativas o de ocio, como esta misma- los interlocutores se dieron de nariz contra la pared de las emociones ajenas. Esa pared trató de hacerse un poco transparente con la invención de los llamados “iconos emocionales” o emoticons. Es algo interesante que se haya tenido que inventar algo similar para llenar el vacío de significado y emociones creado por una comunicación rápida, carente de expresiones faciales o inflexiones verbales. Yo los uso, a favor de una economía de palabras y de tiempo, en las misivas. Sin embargo, no deja de molestarme el tener que usar dicha herramienta, externa al flujo normal de la palabra escrita, en casos en lo que se escribe algo serio. Es usar una jeringa virtual, para inyectar emociones invisibles, cuando éstas tendrían que ser aparentes.

5 thoughts on “Inyectando emociones

  1. Escribir, opinar, reflexionar siempre es muy interesante.. pero en este mundo tan “interactivo”, donde somos cada uno de un esquina de este mundo.. las “mal interpretaciones” o la ironia es dificil de entreleer …

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